Qué importante es lo que les ofrecemos como ejemplo en nuestra vida cotidiana. Son como esponjitas. Energéticamente ellos absorben todo lo que les entregamos –sin filtro- cada día, a cada momento, ya sean palabras, expresiones, miradas. Las más dulces y bellas y las otras también.
Quiero compartirles este fragmento de un libro que se llama “Entre el éxtasis y la vida cotidiana” de Jack Kornfield, monje budista, doctor en Psicología Clínica y autor de varios libros. Habla acerca del respeto de padres a hijos como una perla que sienta las bases de la tolerancia y la apreciación por todos los seres humanos en la vida adulta. Lo hayamos recibido o no, nunca es demasiado tarde.
(…)“Toda persona es única y singular, expresa su propia naturaleza, incluso aquellos que son difíciles están viviendo de la mejor manera que saben vivir.
Esa noble apreciación entre adultos es la base de una sabia crianza de los hijos. Otra palabra para esta tolerancia es “respeto”.
A nuestros niños les importa mucho el respeto. Hasta los más pequeños quieren que se les respeten sus necesidades y sus miedos. Nuestros amantes, nuestros padres, nuestros compañeros de trabajo, los animales y los árboles a nuestros alrededor florecen con nuestro respeto. Ofrecer respeto es la base de ser padres como práctica espiritual. Sin conciencia y respeto sencillamente repetimos lo que nos hicieron a nosotros, actuamos de maneras condicionadas por nuestra propia crianza. Sin respeto continuamos los ciclos de heridas, vergüenza, indignidad, tensión o abandono que existieron en nuestro pasado.
Sin una perspectiva espiritual, el amor por cuidar que naturalmente todos los padres llevamos en el corazón puede verse superado por la velocidad y el materialismo de la vida moderna, por los valores invasivos de los medios, por las normas aceptadas de tensión y violencia. Sin una atención respetuosa, permitimos que los medios y las presiones modernas impongan en nuestros niños un crecimiento acelerado, olvidando proteger su dependencia y su vulnerabilidad. Perdemos la confianza de que los niños naturalmente se independizan a su debido tiempo. Sin atención a nuestros corazones nos volvemos como una generación de padres que seguían a los expertos populares y se negaban a amamantar o levantar a un niño que llora, aunque el sapientísimo instinto y el impulso de las células de sus cuerpos les pedían que abrazaran y consolaran a su hijo que sufría. Con respeto podemos ofrecerles a nuestros hijos una protección y una crianza sinceras, mientras que, al mismo tiempo estaremos poniendo los límites adecuados a su comportamiento. Nuestra enseñanza espiritual se transmitirá no sólo con palabras sino con la integridad de nuestra vida cotidiana, con la manera en que mostramos los valores más profundos de nuestro corazón.”
Espero les haya gustado y les haya tocado el corazón como a mí. Hasta la próxima!