viernes, 6 de mayo de 2011

Mente abierta, corazón abierto





Hoy tuve una de esas maravillosas experiencias que, por más sencillas y ordinarias que parezcan desde afuera, internamente abren caminos, aún cuando no sabemos exactamente cuáles ni hacia dónde nos llevarán. Fue en una clase de sanación vibracional a través de la energía del sonido y el movimiento armónico, al ritmo de didjeridoos, bowls tibetanos, flautas, tambores y la propia voz como instrumentos para el viaje al centro del ser.


Más allá de cualquier lectura o conceptualización, esa sensación de apertura, cuando la experimentamos, es algo claro y deliciosamente inolvidable. Puede darse durante una meditación, en un encuentro terapéutico, en contacto con la naturaleza, pintando, cocinando, leyendo o jugando un niño. No importa cómo. Son vivencias tan simples como sanadoras que vale la pena intentar encontrárselas con más frecuencia. Como el surfista que va una y otra vez con su tabla al lugar dónde nacen las olas y está ahí, esperando, atento para subirse cuando viene una.


En sintonía con esta experiencia, leí un capítulo de un libro que me atrajo por su título y la imagen de la portada. Se llama "La danza del Vacío" de Adyashanti:


"Algunas personas tienen más facilidad para abrir la mente, otras abren el corazón con más facilidad, pero para estar aquí tenemos que abrir ambos. Cuando estás abierto no filtras tu experiencia, no construyes barreras. No intentas defenderte, sino que te abres al misterio y te cuestionas lo que crees.


Cuando te des la increíble oportunidad de dejar de buscarte en ningún concepto o sentimiento, la apertura se expandirá y la identidad se convertirá, cada vez más en apertura. Esto constrasta con cualquier lugar de referencia de la mente llamado creencia o con cualquier sensación específica del cuerpo. No se trata de deshacerse de los pensamientos ni de los sentimientos, sino de situarse fuera de ellos.


La apertura no ocupa ningún sitio concreto. Está por todas partes. Todo cabe en su interior. Puede contener pensamientos. O sensaciones. Quizá contenga sonidos. Tal vez contenga silencio. Pero nada es una molestia ante la apertura. A tu verdadera naturaleza no le molesta nada. Nos molestamos cuando nos cerramos para identificarnos con un punto de vista, con una idea de lo que somos o de lo que creemos ser; entonces vamos en contra de lo que está pasando. Pero cuando somos nuestra verdadera naturaleza, que es apertura, descubrimos que nunca vamos en contra de nada. Todo lo que está pasando en la apertura es perfecto, así que podemos responder a la vida de manera sabia y espontánea".

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