miércoles, 2 de diciembre de 2009

Compasión


Sentir compasión es poder estar junto al otro que padece, que sufre y permitir que eso que está siendo, sea. Tocar algo de las profundidades de "su" dolor y ver allí un pedacito del "propio". Sin empujar, sin invadir, sin tratar de superarlo todo rápidamente.

Qué difícil es a veces poder permanecer ahí, en los lugares más sombríos, los propios y los ajenos, que, en esencia, terminan siendo los mismos, con otra cara y en otro cuerpo. El sufrimiento humano es algo que compartimos producto de nuestro actual nivel de conciencia, pese a que nos creemos separados del resto, autónomos e independientes de todo cuanto ocurre más allá de nuestra piel.

Si nos permitiésemos transitar esos espacios de dolor, solos si así lo necesitamos, y también sabiéndonos acompañados desde el corazón y la presencia por quienes pasaron, están pasando por algo semejante o simplemente tienen la disponibilidad de "estar ahí", a nuestro lado, cuánto sufrimiento y desgaste físico/emocional nos ahorraríamos.

La energía que perdemos rechazando las circunstancias, esparciendo culpas por todas partes, esforzándonos por mirar para otro lado o de hacer de cuenta que eso que sentimos nunca sucedió, podríamos utilizarla positivamente, para expandir nuestra acotada perspectiva de nosotros mismos y de las circunstancias.
Lo admitamos o no, existe un para qué oculto en las profundidades de cada fracaso, de cada pérdida, de cada dolor y llegar hasta ahí nos permite reconocerlo y aceptarlo como una puertita que se abre para aprender lentamente a convivir más armoniosamente con la totalidad de nuestro Ser.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Madurar gracias al amor


Así como los rayos del sol hacen que la semilla se mueva dentro de su cáscara, la energía radiante del amor penetra la fachada de nuestro falso yo, y hace que broten recursos escondidos dentro de nosotros. Su calidez nos despabila y hace que queramos desperezarnos, desenroscarnos, abrirnos y buscar la luz. Nos invita a deshacer lentamente nuestra caparazón protectora, esa personalidad-cáscara que envuelve la semilla potencial de todo lo que podríamos llegar a ser.


Claro que este impulso expansivo, al mismo tiempo, activa nuestros más temidos demonios, las voces que nos llaman a quedarnos cómodamente instalados tras los muros de nuestras defensas más conocidas y automáticas. Como si esto fuera poco, lo que opera es una lógica tal que: Cuanto más brillante es la radiación del amor, más oscuras son las sombras que encontramos; cuanto más sentimos que la vida se mueve en nuestro interior, también sentimos con más intensidad nuestros lugares muertos; cuanto más conscientes nos volvemos, más claramente percibimos donde todavía permanecemos inconscientes. Pero nada de todo esto debería desalentarnos. Al afrontar nuestra oscuridad, sacamos a la luz partes olvidadas de nuestro ser. Al reconocer con exactitud dónde hemos sido inconscientes, nos volvemos más conscientes. Y al ver y sentir las maneras en que nos hemos ido muriendo, empezamos a revivir y despertar nuestro deseo de vivir más expansivamente.





El verdadero amor siempre exige una gran audacia. A pesar de que nos agradaría pensar en el amor sólo en términos de la luz que proporciona a nuestra vida, si no estamos también dispuestos a vernoslas con la oscuridad que esa misma luz pone en evidencia, nuestra alma se pierde la oportunidad de desplegarse y madurar. Intentar por todos los medios evitar esta tensión polar que reside en el núcleo de nuestra naturaleza-entre luz y sombra, expansión y contracción- sólo nos empobrece y nos debilita.

La conciencia nacida del amor es la única fuerza que puede ofrecernos curación y renovación. Gracias a ese amor que nos enciende otra persona, nos volvemos más dispuestos a permitir que nuestras antiguas identidades se marchiten y se desprendan, y entren en una noche oscura del alma, para que, una vez más, podamos estar desnudos en presencia del gran misterio que se encuentra en el núcleo de nuestro ser. Así es como el amor nos hace madurar: calentándonos desde adentro, alentándonos a salir de nuestro caparazón e iluminando el camino a través del oscuro pasaje hacia un nuevo nacimiento.

Reflexiones extraídas de "Amar y despertar" de John Welwood






jueves, 29 de octubre de 2009

Círculo de mujeres


Cuando las mujeres nos reunimos, siempre pasan cosas. A veces son superficiales y banales, pero otras, muy profundas, bellas y casi mágicas.

Como dice Jean Shinoda Bolen, los círculos de mujeres emanan un poder invisible. Son espacios sagrados donde compartir abiertamente ideas, sentimientos, necesidades y esperanzas, y donde escuchar, prestar y recibir atención, amorosa, respetuosa y compasivamente. Un lugar seguro en el que podemos contar nuestra verdad y empezar a sanarla.

martes, 27 de octubre de 2009

La enfermedad y sus preguntas


Cuando me recibí de psicóloga, mi trabajo de investigación final fue acerca del acompañamiento a enfermos terminales. En aquellos tiempos me interesaba indagar desde distintos enfoques teóricos el fenómeno del morir con sus múltiples implicancias a nivel físico, psíquico, emocional, socio-cultural, espiritual; y a la vez proponer una mirada más amplia dentro del ámbito psi académico.
Entré por esa puerta. Pero lo que fundamentalmente me inquietaba, desde muy pequeña, era la pregunta por el sentido de la vida. Mi búsqueda apuntaba a movilizar algún replanteo existencial más profundo que, en ocasiones como la de una muerte cercana, se vuelve casi ineludible.

Investigando acerca de diferentes tratamientos psicoterapéuticos para pacientes con cáncer, descubrí, entre otros, a un investigador y psicólogo clínico, Le Shan, que luego de treinta y cinco años de trabajo con estos pacientes y sus familias, describió cómo el cambio psicológico en conjunto con el tratamiento médico, era capaz de estimular la curación de un sistema inmunitario puesto en peligro. 
Hay muchísimos trabajos acerca de este tema que me resulta apasionante y están muy difundidos acerca de personas que lograron mejorías importantes y hasta remisiones espontáneas, pero lo que quiero rescatar son las preguntas que él le hacía a sus pacientes:


¿Qué tipo de vida haría que te gustara levantarte por la mañana y acostarte “agradablemente cansado”a la noche?


¿Qué es lo que más te animaría y entusiasmaría en la vida?


¿Qué tipo de vida imaginas que daría cauce a todas tus potencialidades, y con la que estarías en armonía física, psíquica y espiritualmente?


¿Qué estilo de vida supones que sería afín a tu ser?


¿Cómo vivirías si pudieras hacer que el mundo conspirara a tu favor?


¿Nos animamos a planteárnoslas? ¿O las descartamos de antemano por idealistas, utópicas o banales? A veces vamos por la vida creyendo que no tenemos opción. Personalmente, y más allá de qué dolorosa historia personal provengamos, creo que siempre es posible y vale la pena intentar responderlas. Por lo menos alguna vez, voluntariamente. Ponernos una mano en el corazón e indagar en el viejo arcón de nuestros deseos escondidos, allá en el fondo, para ver qué tienen para decirnos, hacia dónde nos impulsan. Es un viaje apasionante que podemos emprender solos o de la mano de algún maestro, amigo o terapeuta. 
Y una vez que los hayamos podido reconocer y validar como propios, ir haciéndoles un pequeño lugarcito en nuestra agenda cotidiana, antes de que la enfermedad -o el destino- nos las formule “inesperdamente”.

lunes, 19 de octubre de 2009

El día de mamá, todos los días


El día después de los festejos comerciales y los saludos convencionales, mi pequeño y sentido homenaje a todas las mujeres que cada día despliegan su ser maternal, lo más amorosamente que pueden, con los pocos o muchos recursos que cuentan y alentadas por una misteriosa fuerza, increíble y poderosa, que cuando emerge nos vuelve capaces de sortear cualquier obstáculo y superar cualquier limitación.
A todas ellas, a mi querida madre y abuela que desde el cielo me acompañan y guían en esta búsqueda personal, desde lo más profundo de mi corazón: FELIZ DIA.

Hacemos la revolución cada mañana cuando despertamos sudando envueltas en el cuerpo del niño pequeño. Cuando la divinidad femenina se hace presente a través del alimento que ofrecemos. Cuando organizamos los rituales familiares de comida, baño, limpieza, orden, palabras, explicaciones, verdades nombradas, diálogos abiertos, compresiones compartidas y sueños soñados. Cuando somos anfitrionas de las celebraciones. Cuando cada día compartido y cada noche de descanso hacen parte de la nutrición afectiva. Cuando brindamos porque estamos vivos. Cuando el poder susurrante del agua nos adormece y el poder hipnótico del fuego nos vitaliza.

Las madres hacemos la revolución cuando recuperamos nuestros rituales ancestrales, cuando defendemos los espacios íntimos, cuando hacemos silencio, cuando recordamos que somos la tierra y somos el cosmos. Cambiamos el mundo cuando conservamos el valor sagrado que tienen los pequeños actos de intercambio humano.

La revolución de las madres acontece cuando nos dejamos fluir por la energía de las trece lunas de cada año. Cuando nutrimos, alimentamos, sanamos, atendemos, esperamos y estamos abiertas y receptivas para con los demás.

No importa que hayamos tenido vidas difíciles. Cada día es una nueva oportunidad para mirar a un niño y saber que está deseoso de alimentarse con nuestra sustancia materna. Tampoco importa si se trata de un hijo propio o un hijo ajeno, porque ellos siempre permanecerán receptivos a los cuidados amorosos. Todos los niños saben que existe un ámbito generoso y caliente latiendo en el corazón de cada madre, potencialmente útil y nutritivo para ellos
.”
Laura Gutman, "La revolución de las madres"

sábado, 3 de octubre de 2009

Alimentación, arte y transformación



Hoy, como cada vez que un suceso cotidiano relanza algún tema histórico en mi vida y me deja cric cric... recapitulando... volví a mi biblioteca para desempolvar “aquel” librito rojo, subrayado vaya a saber en qué época.
La alimentación es una de esas temáticas que me "ocupó" durante muchos años. Ya en la adolescencia en medio de búsquedas y rebeldías propias de la edad y más tarde siguiendo al bichito de la curiosidad que insistentemente me picaba, fui metiendo las narices en las medicinas alternativas siempre con el afán, como canta Diego Torres, de tratar de estar mejor.


Uno de los libros que me abrió mucho el panorama en aquellas épocas exploradoras fue “Entrenamiento para la vida” del Dr. Juan M. Rey. Se trata de una propuesta integral de Medicina Energética creada por un médico argentino, en base a la Macrobiótica como filosofía de vida que apunta a ampliar la conciencia y favorecer un proceso evolutivo en el ser humano.

En uno de los capítulos Rey compara a la alimentación conciente con la poesía. Como cualquier expresión artística esta nace del delicado equilibrio entre razón e intuición. Personalmente creo que en toda transformación profunda es necesaria esa dosis de arte, de locura (para este sistema en el que vivimos), de ese plus que sobrepasa a lo racional-lógico-esperable y que cuando lo encontramos, nos exalta el corazón. El autor lo dice así:

“La alimentación es el primer acto, la primera urgencia del hombre. Sigue en primer plano en cuanto a necesidad de subsistencia, pero se ha olvidado su sentido profundo. Mas no sólo la comida es alimento. También lo es el aire que respiramos, las impresiones, las emociones, cualquier tipo de intercambio con el medio ambiente. El equilibrio resultante de una correcta administración, es lo que precisamente desembocaría en la posibilidad de creación del ideal de todo gran artista: la transformación de la vida en poesía.

No sólo es enfermedad la gripe, sino también la envidia, la avaricia, la represión, todo lo que daña el espíritu. La Macrobiótica invita a vivir poéticamente, es una forma de vida en la cual uno tiene la posibilidad de adentrarse cada vez más en las cosas para “ver” más. Enseña a morir cada noche y a nacer cada día, a encontrar un punto sobre el alambre del equilibrista donde todo está bien: uno acepta porque ve el Orden del Universo en acción, uno no se resiste más porque comprendió por fin que no hay nada de más ni de menos, cuando las cosas se ven desde un especial punto de equilibrio.

La poesía es un equilibrio exquisito y delicado entre intuición y razón. El acto poético es una revelación, un crecimiento del nivel de conciencia que ayuda a despertar. El entrenamiento del cuerpo y de la mente en simpleza y despojamiento origina una tensión en la línea que separa individuo y ambiente, vida y muerte. Nuestra formación occidental hace que el hombre primero se individualice y fortalezca su ego. Pero llega un punto en el que necesita negarse a sí mismo y afirmar al Universo. En la alimentación y en la forma de vida correctas se tiende a buscar el punto medio entre lo individual y lo universal (…)

El momento de la comida es sagrado. Lo fue en la antigüedad y lo siguió siendo después. Para el oriental, el alimento representa la divinidad, ya que contiene la potencia creadora. La semilla encierra simultáneamente pasado, presente y futuro. El hombre se relaciona con lo que lo rodea a través del tubo digestivo, que embriológicamente es igual a la piel. Esto es importante porque el acto de comer puede ser un momento de relación conciente con el medio externo.
Lo que ingerimos se transformará en sangre y células propias (…) Lo importante es tomar conciencia de que comer es un acto creativo, capaz de desencadenar a su vez una sucesión de actos creativos. El hombre funciona como un pequeño laboratorio donde se realiza la alquimia de la vida, la transmutación de los reinos mineral, vegetal y animal en humano. Pero la pregunta es: ¿Qué calidad de humano? ¿A qué nivel evolutivo se quiere pertenecer?"

Suele decirse que “somos lo que comemos” y también: lo que pensamos, lo que escuchamos, lo que leemos, lo que miramos, lo que sentimos en la piel y en las entrañas en cada encuentro con los otros. Detenernos a observar, evitando juzgar rápidamente, sólo mirar e intentar comprender cuál es ese input, qué (o con qué?) nos damos cada día, desde que abrimos los ojos por la mañana hasta que los volvemos a cerrar para irnos a dormir, puede ser un paso enorme hacia una verdadera transformación.

lunes, 28 de septiembre de 2009

¿Nos ponemos de acuerdo?



Gran parte de nuestro sufrimiento proviene de un malentendido. Surge de una lucha interior, un antagonismo interno entre dos fuerzas: “aquello que soy” versus “aquello que desearía ser”.
Casi sin que nos demos cuenta, en nuestra mente se instala un campo de batalla y vamos por la vida, en medio del fuego cruzado y con un arsenal a cuestas, sin comprender nunca por qué nos pasa lo que nos pasa.

La salida de este laberinto existencial tiene más de un atajo. La liberación del ego es una puerta posible para quienes están camino a la iluminación. Mientras tanto y para muchos otros, existen maneras de aprender a convivir con nuestro “yo” en el transcurso de esta vida terrenal. Se trata de lograr que ese ego infantil y carente por definición, madure. Que lentamente despierte del condicionamiento que arrastra y, un buen día, con viento a favor y un profundo trabajo evolutivo conciente, llegar a trascenderlo.

El Dr. Noberto Levy, reconocido psicoterapeuta humanista transpersonal describe con mucha claridad y precisión este mecanismo del desacuerdo interior, sus raíces en la ignorancia existencial del ego y cómo abordarlo terapéuticamente. Para Levy “el ser humano padece como consecuencia de sus intentos ignorantes de producir bienestar” y lo que propone desde esta visión como trabajo terapéutico es darle inteligencia a ese deseo de bienestar y completud del ego (al “cambiador”), dado que, “tan cierta como su ignorancia manifiesta es también su profunda sabiduría potencial, es decir su capacidad de aprender”.

De modo que cuando “lo que deseo ser” actúa con la ignorancia de su inmadurez, se enoja, se resiste, patalea y, obviamente, no logra realizar la transformación anhelada (ni adentro ni afuera) generando daño y confusión, o sea, sufrimiento psicológico. Pero si ese mismo deseo, pulidito, con paciencia y lúcida dedicación, alcanza cierta sabiduría propia de la madurez, puede convertirse en un eficaz colaborador de la vida. Si le damos la oportunidad, el ego puede transformarse en conciencia asistencial al servicio de la plenitud del desarrollo. Para esto es necesario “curar” esos desacuerdos internos primarios.

Todos sabemos que llegar a un verdadero acuerdo, donde cada una de las partes quede medianamente conforme es una delicada tarea. Como toda negociación, requiere altas dosis de escucha, tolerancia, apertura, tiempo, flexibilidad y un ingrediente esencial cuando se trata con el dolor humano: compasión.
Para que esta empresa resulte exitosa, hay que comenzar por nosotros mismos. De nada sirve juntar firmas por la paz si la guerra sigue ardiendo cada día adentro nuestro. Antes de correr a intentar solucionar la lista interminable de problemas allí afuera, sería interesante sentarnos un ratito a conversar con nuestros propios aspectos rechazados, odiados, abandonados, sepultados...
Si perdemos el miedo, probablemente nos sorprenda lo que encontremos. Posiblemente nos demos cuenta dónde fue que perdimos el rumbo. Quizás vislumbremos a lo lejos una lucecita en el camino de vuelta a casa.

viernes, 18 de septiembre de 2009

Las mujeres y el poder de la nutrición


"Tenemos los pechos para amamantar, tenemos los brazos para acunar, tenemos palabras para explicar, tenemos un cuerpo para cobijar, tenemos el útero para recibir, tenemos brillo interior para resplandecer, tenemos orden para organizar, tenemos la paciencia para esperar, tenemos la profundidad para comprender, tenemos la alegría de enseñar, tenemos la constancia para ver crecer, tenemos la locura de morir para parir y de renacer para vivir, tenemos la imaginación de los sueños y la transparencia del universo para compartir.

Depende de la decisión consciente de cada mujer, que todo individuo que entre en contacto con nosotras continúe su viaje más y mejor nutrido después de habernos relacionado. Las mujeres estamos hechas a imagen y semejanza de la tierra: generosas, húmedas, fértiles y receptivas. Y si ese no fuera el caso, revisemos la distancia que hemos erigido entre nuestro "yo interno" y nuestro "yo engañado". Porque se trata de una equivocación que merece ser reparada."


Laura Gutman, "La Revolución de las madres"

miércoles, 16 de septiembre de 2009

En el filo de la navaja


El título de esta entrada lo tomé de un libro maravilloso acerca de las relaciones de pareja de John Wellwood que se llama "Amar y despertar". Una joyita para aquellos que un buen día nos embarcamos en esta aventura de formar una pareja, intentando amar verdadera y profundamente a un otro sin morir en el intento.

Como ya casi todos sabemos, el nudo de nuestros dramas actuales comienza en la primera infancia, cuando en mayor o menor medida nos vemos empujados a cerrar gran parte de nuestro ser para establecer residencia en un pequeño espacio, en una sola habitación. Nuestro ego o personalidad condicionada no es otra cosa que una estrategia de adaptación a un mundo que parece no apoyar lo que realmente somos.

Wellwood lo explica así:
“Como una manera de defendernos contra el miedo de no ser nadie, por ejemplo, podríamos tratar de vernos grandes y duros. Decirnos a nosotros mismos, 'Este es quien soy: alguien que no tiene miedo, alguien que puede manejar cualquier cosa'. Si no somos capaces de manejar nuestro dolor o nuestra tristeza, podríamos desarrollar la identidad de 'una persona entusiasta y optimista', alguien que está por encima de tales sentimientos. O si nuestra necesidad de amor ha sido frustrada, podríamos construir una fachada que simule que no tenemos ninguna necesidad. Finalmente empezamos a creer que realmente no necesitamos amor. Y tales creencias crean una imagen distorsionada de la realidad: que es como un soñar despiertos o caer en un trance en el que llegamos a vivir.”

Así es como, en el mejor de los casos, llegamos a crear nuestro capullo protector en el que a lo largo de los años nos sentimos a salvo. Pero al mismo tiempo ese falso yo fabricado con imágenes congeladas y distorsionadas de nosotros mismos se vuelve una prisión, una jaula espiritual. Desde allí adentro se vuelve difícil enterarnos de quiénes somos realmente, poder expandirnos y vivir más libremente. Esa personalidad condicionada siempre oculta una sensación de deficiencia, de pérdida de contacto con nuestra totalidad y profundidad, con el sentido y la magia de la vida.

De modo que nos empeñamos en establecer nuestro valor a través del tener y el hacer: “Tengo, luego soy. Hago, luego soy”. Y así vamos por la vida...teniendo y haciendo. Y no importa cuánto tengamos ni cuanto hagamos, esa vieja y conocida sensación de vacío y frustración que logramos mantener a raya con tanta actividad, tarda poco tiempo en reaparecer como manchas de humedad en la pared. Finalmente muchos de nosotros imaginamos que si encontrasemos a alguien a que nos ame y a quien amar, a esa persona única hecha a nuestra medida naranja, ella ó él llenaría nuestro vacío y todo estaría en su lugar.


Cuando ese ser tan anhelado aparece en escena, se produce el sacudón. El alma se nos expande. Como dice Wellwood:
“Las puertas de nuestro piso de una sola habitación se abren de pronto y nos sentimos excitados ante la posibilidad de volver a habitar el gran palacio de nuestro ser. Sin embargo, algo nos detiene en el umbral. No hay luces encendidas en las desatendidas habitaciones y corredores del palacio. Hay telarañas en las esquinas ¿y quién sabe qué mas?”
Entonces nos quedamos parados ahí frente a la puerta de esas partes de nosotros mismos que desconocemos, frente a las que nos sentimos totalmente inexpertos y vulnerables. Tememos convertirnos en pequeñ@s dependientes y necesitados y esta contradictoria sensación de querer avanzar, dar ese salto es tan excitante como amenzadora. Una parte de nosotros quiere expandirse, abandonar viejas identidades limitantes y la otra quiere retroceder y se encoje ante lo nuevo. Quién sabe cuánto tiempo podemos permanecer ahí, en el límite de lo desconocido, en la frontera de una manera completamente nueva de ser, al filo de la navaja.

Continuará..

miércoles, 9 de septiembre de 2009

Meditaciones puerperales

Llevar la mente a casa
reposar en la quietud
deshacerse en el silencio
abrirse suavemente como una flor
descansar en el vacío fértil sin pensamientos.


De vez en cuando me gusta soltar amarras, abandonar el muelle seguro de la mente racional y salir a navegar aguas adentro en el océano de la conciencia expandida.

En esta etapa tan desconocida como oculta de la vida de una mujer como es el puerperio*, la posibilidad de entrar en un espacio de quietud, silencio e introspección puede resultar tan atemorizante como necesaria.

Maternar es un arte que excede a lo estrictamente funcional. No se trata sólo, como muchos ingenuamente creen, de darles de comer, cambiarles los pañales, hacerlos dormir, jugar un ratito y velar por la salud de los pequeños.
Sintonizar con la verdaderas necesidades de nuestros bebés implica poder suspender, aunque más no sea por unos instantes, nuestra constante actividad. La del cuerpo y, más difícil áun: la de la mente racional, para sumergirse en un espacio sin tiempo. Para esos locos bajitos no existen los relojes, ni los celulares, ni las agendas impostergables. Ellos natural y espontáneamente viven en un aquí/ahora, total y permanente.

La práctica de la meditación, sea del tipo que sea, es una maravillosa herramienta que a los occidentales nos ayuda a explorar el silencio, focalizar la atención y la concentración y rozar la serenidad. Nos señala un camino hacia ese famoso espacio vacío que, con buena práctica, se empieza a asomar entre un pensamiento y el que le sigue.
Los budistas tibetanos dicen que es como “llevar la mente a casa”, volver a una cierta naturaleza esencial de la mente que se asemeja a un cielo despejado.

Comprender la naturaleza de nuestra mente es un viaje sin destino a tierras inexploradas. Nos confronta con el misterio mismo del Universo y su insondable profundidad.
El puerperio, con todas sus confusas vivencias de desestructuración y oscuridad es, a la vez, una puertita que se entreabre y nos desafía a zambullirnos en ese otro mundo: interior, fluido, ying, invisible, femenino..




*Se denomina así al período que atraviesa una mujer después del parto y que conlleva una serie de profundas transformaciones a nivel físico, psíquico y espiritual. Se extiende aproximadamente hasta los dos años del niño, etapa en la cual ambos, mamá y bebé, se hallan en un estado de “fusión emocional”.

miércoles, 2 de septiembre de 2009

La impermanencia


Uno de los temas con los que desde muy chica me vi confrontada, al igual que muchos niños que pierden a algunos de sus padres, es el de los finales y las pérdidas. Más tarde, de uno u otro modo, el asunto este de la muerte, anduvo merodeando en repetidas circunstancias de mi vida. Y después de muchos años (con muchas lágrimas, muchas terapias y muchoas abrazos) de darle infinitas vueltas a la rosca, logré ir vislumbrando, tímida y silenciosamente, el otro rostro del fantasma.

Esa otra cara de la impermanencia que tiene que ver con la posibilidad concreta de vivir, en esta vida y en esta Tierra, menos neurótica y más plenamente. De trascender el dolor una vez que dejamos de huirle, lo sentimos y lo miramos bien de cerca. Puede que lo aceptemos o no, pero detrás de todos nuestros miedos se esconde el más grande y negado: el miedo a la muerte. A la pérdida final, a la disolución de este “yo” que tanto esfuerzo nos llevó armar y defender, contra viento y marea, y que pacientemente y trabajosamente fuimos puliendo a lo largo de nuestros años de existencia. Yo y lo mío. Cómo me duele, todo el tiempo y a cada rato, la idea de perder cualquier cosa que sea parte de mí. Desde una lapicera, "porque era mía”, hasta mi billetera, mi perro, mi amig@, mi auto, mi tiempo, mi belleza, y esa lista infinita de objetos/personas/circunstancias que fuimos laboriosamente incorporando a nuestro haber. Y está bien que las tengamos. Es realmente placentero hacer uso y disfrutar de esas maravillosas cosas y cada una de las experiencias que nos posibilitan tener.

La cuestión es cuánto nos aferramos. Si es con uñas y dientes....estamos en problemas.
Hay un experimento para trabajar con los cambios que está lindo para pensar esto del aferrarse:

Tome una moneda. Imagínese que representa el objeto al cual usted se aferra. Enciérrela en el puño bien apretado y extienda el brazo con la palma de la mano hacia el suelo. Si ahora abre el puño o afloja su presa, perderá aquello a lo que se aferra. Por eso está apretando.
Pero hay otra posibilidad: puede desprenderse y aún así conservarla. Con el brazo todavía extendido, vuelva la mano hacia arriba de forma que la palma quede hacia el cielo. Abra la mano y la moneda seguirá reposando sobre la palma abierta. Ha dejado de aferrarse. Y la moneda sigue siendo suya, aún con todo ese espacio que la rodea.

Así pues, existe un modo en que podemos aceptar la impermanencia sin dejar de disfrutar de la vida, todo al mismo tiempo, sin aferrarnos.

Si de vez en cuando y a modo de ejercicio zen, profundizáramos un ratito en lo inevitable de todas las pequeñas-grandes pérdidas con las que, tarde o temprano nos vemos confrontados, una y otra vez, quizás podríamos aflojar algo de la lucha por retener aquello que hoy está y mañana.. ?? Y esto no tiene por qué volvernos nihilistas, ni fríos, ni desinteresados. Todo lo contrario. Llevado a fondo, este pensamiento puede ser un punto de giro, una rajadura en el tejido que nos filtra la realidad tal como estamos acostumbrados a mirarla. Y permitirnos ir por la vida un poquito más livianos (no traducir “light”), menos conflictuados (o contracturados), más en sintonía con el presente, con lo que sucede, momento a momento.

En este mismo instante tenemos la capacidad de cambiar el curso de nuestros pensamientos y enfocarlos hacia eso que nos hace vibrar, nos inspira y nos conecta con la esencia de nosotros mismos. Suena muy simplista? No lo es. Se trata de intentarlo. Como en las cadenas de emails que prometen sorpresas y deseos cumplidos en x días enviando el mensaje a x personas, “si no lo hacés, nunca sabrás”.

viernes, 21 de agosto de 2009

Darse cuenta y espontaneidad



Ayer tuve la gracia de poder danzar*. En esta práctica meditativa, cuando ponemos en movimiento el cuerpo y lo dejamos libre por un ratito del dominio de la mente, suelen surgir interesantes “darse cuenta” o caída de fichas, como prefieran.
Una de las propuestas de la clase era ir al encuentro de la espontaneidad, eso que brota de nosotros cuando simplemente dejamos de intentarlo. En un ejercicio de a dos, la consigna fue: estar ahí, presentes, moviéndonos con nuestro propio ritmo, sin tratar de complacer al otro ni que el otro nos complazca.

Suena sencillo, pero... ¿Cuánta energía consumimos por día en el vano esfuerzo de hacer cosas para agradar a otros, para gustarles, para que piensen tal o cual cosa acerca de nosotros, para que nos acepten, nos valoren, nos amen...? ¿Cuánta frustración nos ahorraríamos si dejásemos de esperar que los demás “nos hagan” sentir determinadas cosas, que actúen de la manera que creemos nos hará felices, que dejen de hacer o ser eso que no nos gusta y tanto rechazamos??...

La oración de la gestalt es para mí como el abc de cualquier intento por clarificar esto que pasa en cualquier vínculo humano. Y reza así:

"Yo soy Yo.
Tú eres Tú.
Yo no estoy en este mundo para cumplir tus expectativas.
Tú no estás en este mundo para cumplir las mías.
Tú eres Tú.
Yo soy Yo.
Si en algún momento o en algún punto nos encontramos,
será maravilloso.
Si no, no puede remediarse.
Falto de amor a mí mismo,
cuando en el intento de complacerte me traiciono.
Falto de amor a ti,
cuando intento que seas como yo quiero,
en vez de aceptarte como realmente eres.
Tú eres Tú y Yo soy Yo.”

Fritz Perls


Cuando nos permitimos “soltar la cabeza” en nuestra relación con los demás y con nosotros mismos, surge la verdadera libertad para ser, así tal como somos, aquí y ahora. Se abre un espacio para la espontaneidad en cada encuentro con un otro. Recuperamos la liviandad y la frescura. Entonces la palabra “complacer” toma una nueva dimensión. Se transforma en un modo de estar y de dar diferente, de otra calidad. Esa clase de intercambio humano en la que nunca queda del todo claro quién está dando y quién recibiendo, porque los dos disfrutamos de eso que sucede. Como cuando hacemos el amor....con placer.


*danza de los 5 ritmos de Gabrielle Roth

viernes, 7 de agosto de 2009

Psicoterapia y bienestar


¿Qué es el bienestar? Se me ocurre pensarlo como todo lo opuesto a ese estado que solemos considerar como “normal”, “común”, “neurótico” (?) por lo generalizado y masivo, esa especie de ruido de fondo en el que vivimos la mayoría de los seres humanos en esta cultura occidental. El bienestar sería lo que se opone a ese estado silencioso, oculto y casi permanente de sufrimiento producto de estar alejados de nuestra naturaleza humana esencial. Y esta ausencia de bienestar suele manifestarse en una vaga sensación de insatisfacción, de falta de alegría, aún en medio de lo que se supone debería ser una vida plena.

La psicoterapia no es sólo para los que necesitan ser curados de sus “síntomas” que le impiden una adecuada adaptación a su contexto social-cultural. También es un camino que cada día más personas eligen en la búsqueda de sí mismos, de un nuevo modo de estar en este mundo.

Me gusta la definición de Eric Fromm acerca del bienestar. Lo presenta de una manera amplia, con condimentos del budismo zen, incluyendo aspectos que van más allá del ego individual y que tienen mucho que ver con el espíritu que anima este espacio.

“El bienestar es el estado de haber llegado al pleno desarrollo de la razón, no en el sentido de un juicio meramente intelectual sino de captar la verdad, “dejando que las cosas sean” (por usar un término de Heidegger) tal como son.
El bienestar sólo es posible en el caso de que uno haya superado el propio narcisismo, en la medida en que uno está abierto, en que responde, en que es sensible y está despierto y vacío (en sentido zen).
El bienestar significa el logro de una relación afectiva completa entre el hombre y la naturaleza, superar la separación y la alienación, llegar a experimentar la unidad con todo lo que existe y, al mismo tiempo, experimentarnos a nosotros mismos, como entidad separada, como individuo.
El bienestar significa nacer completamente, convertirnos en lo que ya somos en potencia, significa tener plena capacidad para la alegría y la tristeza o, por decirlo de otro modo, despertar del semisueño en que vive el ser humano normal, y despertar por completo.
El bienestar significa desprenderse del propio ego, renunciar a la avaricia, dejar de perseguir la preservación y engrandecimiento del ego, ser y experimentarse a uno mismo en el acto de ser, no en el de tener, de conservar, codiciar y usar.”

Que estén bien!!

jueves, 30 de julio de 2009

Ser papás, dar de nuevo

Hace unos días, navegando por la red, leí una frase que me trajo así como una bocanada de aire fresco: “barajar y dar de nuevo”. Enseguida pensé en la maternidad/paternidad y en las demás crisis vitales por las que, tarde o temprano, más o menos concientemente, todos terminamos atravesando alguna vez. Me pareció una buena imagen.
Resulta que tenemos una torrecita de cartas, muy bonita, pacientemente armada, como para que cada parte encaje y se sostenga con la otra y un buen día, algo sucede, no importa la dimensión, puede ser algo muy grande o pequeño, pero lo suficiente para sacudir la torre...
Y tiempo después, nos encontramos, como en la frase, juntando una por una las piezas, entremezclando el mazo completo y volviendo a repartir...una para vos, una para mí, una para él ... esto es mío, esto tuyo, aquello nuestro. Lo que antes era clarito y prolijo, se desdibuja bastante y muchas veces hay que conformarse con LO QUE ES.

La maternidad y la paternidad es uno de esos momentos clave, un punto de giro en la historia de cada hombre y mujer que lo vivencian profundamente, que nos pone cara a cara con aquello que dejamos para más adelante, antiguos miedos y dolores pendientes que, para sobrevivir, escondimos debajo de la alfombra. Y al mismo tiempo, este sacudón, es una oportunidad maravillosa para volvernos a crear, a parir, a mater/paternar. Nos abre la posibilidad de expandir nuestro pequeño yo, en la mayoría de los casos carente y hambriento, para hacer más lugar a un otro/s, para aprender a amar de una forma diferente y fundamentalmente nos desafía a ser generosos más allá de lo que nos creíamos capaces. Ser mamá y ser papá es dar más, volver a dar, dar de nuevo.

viernes, 24 de julio de 2009

Libertad emocional

¿Cómo sería tu vida si pudieras elegir qué emociones experimentar? Si pudieras por un día, estar libre de tus patrones de respuesta habituales?
La libertad para Ser viene de la mano de la conciencia. Saber quién soy, qué siento, qué pienso, dónde me duele y porqué me pasa lo que me pasa son pequeñas llavecitas que nos abren puertas en el laberinto de la mente individual.
Me encanta la idea de poder habitar, aunque sea de a ratitos, ese espacio de conciencia en el que dejamos de ser nuestro pequeño ego cargado de condicionamientos y mecanismos de defensa inconscientes y respirar un aire diferente.Estar aquí, plenamente presente y permanecer ahí internamente.
Es una experiencia que vale la pena intentar. Cada día, a cada momento...
La realidad externa no es más que la continuación de la realidad interna. Ahí es dónde tenemos una tarea impostergable: es esta la película que queremos protagonizar?
Reescribir el guión, inventar nuevos personajes y reconstruir la trama de nuestros afectos... de eso se trata el trabajo psicoterapéutico profundo. La libertad emocional trae libertad psicológica y apertura espiritual.