miércoles, 9 de septiembre de 2009

Meditaciones puerperales

Llevar la mente a casa
reposar en la quietud
deshacerse en el silencio
abrirse suavemente como una flor
descansar en el vacío fértil sin pensamientos.


De vez en cuando me gusta soltar amarras, abandonar el muelle seguro de la mente racional y salir a navegar aguas adentro en el océano de la conciencia expandida.

En esta etapa tan desconocida como oculta de la vida de una mujer como es el puerperio*, la posibilidad de entrar en un espacio de quietud, silencio e introspección puede resultar tan atemorizante como necesaria.

Maternar es un arte que excede a lo estrictamente funcional. No se trata sólo, como muchos ingenuamente creen, de darles de comer, cambiarles los pañales, hacerlos dormir, jugar un ratito y velar por la salud de los pequeños.
Sintonizar con la verdaderas necesidades de nuestros bebés implica poder suspender, aunque más no sea por unos instantes, nuestra constante actividad. La del cuerpo y, más difícil áun: la de la mente racional, para sumergirse en un espacio sin tiempo. Para esos locos bajitos no existen los relojes, ni los celulares, ni las agendas impostergables. Ellos natural y espontáneamente viven en un aquí/ahora, total y permanente.

La práctica de la meditación, sea del tipo que sea, es una maravillosa herramienta que a los occidentales nos ayuda a explorar el silencio, focalizar la atención y la concentración y rozar la serenidad. Nos señala un camino hacia ese famoso espacio vacío que, con buena práctica, se empieza a asomar entre un pensamiento y el que le sigue.
Los budistas tibetanos dicen que es como “llevar la mente a casa”, volver a una cierta naturaleza esencial de la mente que se asemeja a un cielo despejado.

Comprender la naturaleza de nuestra mente es un viaje sin destino a tierras inexploradas. Nos confronta con el misterio mismo del Universo y su insondable profundidad.
El puerperio, con todas sus confusas vivencias de desestructuración y oscuridad es, a la vez, una puertita que se entreabre y nos desafía a zambullirnos en ese otro mundo: interior, fluido, ying, invisible, femenino..




*Se denomina así al período que atraviesa una mujer después del parto y que conlleva una serie de profundas transformaciones a nivel físico, psíquico y espiritual. Se extiende aproximadamente hasta los dos años del niño, etapa en la cual ambos, mamá y bebé, se hallan en un estado de “fusión emocional”.

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