domingo, 13 de marzo de 2011

"Lo que soy" versus "lo que desearía ser"


Buena parte de nuestro sufrimiento psicológico proviene de un malentendido. Surge de una lucha, un enfrentamiento interno entre dos fuerzas antagónicas: “lo que soy” versus “lo que desearía ser”.
Casi sin que nos demos cuenta, en nuestra mente se instala un campo de batalla y vamos por la vida, en medio del fuego cruzado, sin comprender por qué nos pasa lo que nos pasa. 
Esa lucha interna, tarde o temprano, se va reflejando en diferentes sucesos de nuestra vida cotidiana, especialmente en nuestros vínculos más cercanos.
La salida de este laberinto existencial tiene más de un puerta. La liberación del ego es una alternativa para quienes buscan la iluminación. Mientras tanto, existen maneras de aprender a convivir mejor con nuestro “yo” en el transcurso de esta vida terrenal. Se trata de lograr que ese ego infantil y carente por definición, madure. Que lentamente despierte del condicionamiento que arrastra y, un buen día, con viento a favor y un profundo trabajo evolutivo consciente, llegar a trascender los viejos patrones de respuesta.
El Dr. Noberto Levy, reconocido psicoterapeuta humanista transpersonal describe este mecanismo del “desacuerdo interior”, cuyas sus raíces estarían en una ignorancia existencial del ego. Para Levy, que hace ya muchos años se dedica a enseñar cómo abordar terapéuticamente este conflicto, “el ser humano padece como consecuencia de sus intentos ignorantes de producir bienestar” y lo que propone desde esta visión es darle inteligencia a ese deseo de bienestar y completud del ego (al que denomina el “cambiador”), dado que, “tan cierta como su ignorancia manifiesta es también su profunda sabiduría potencial, es decir su capacidad de aprender”
Esa parte de nosotros que quiere cambiar a la otra, generalmente con buenas intenciones, falla en los medios que emplea, llevándonos una y otra vez al fracaso y la frustración.
Cuando “lo que deseo ser” actúa con la ignorancia de su inmadurez, se enoja, se resiste, patalea, presiona, manipula y, obviamente, no logra la verdadera transformación anhelada (ni adentro ni afuera) generando daño y confusión, o sea, sufrimiento psicológico.
Ahora bien, si a esa misma voz interna que quiere cambiar, le damos un lugar para que hable, le enseñamos cómo expresar lo que siente, cómo pedir lo que necesita, con paciencia y lúcida dedicación, puede alcanzar una cierta sabiduría y convertirse en un eficaz colaborador de la vida. Si le damos las herramientas adecuadas y un contexto amoroso, seguro y compasivo, ese mismo ego infantil puede ir transformándose en conciencia asistencial al servicio de la plenitud y el desarrollo personal.
Todos sabemos que llegar a un acuerdo real, en donde cada una de las partes quede medianamente conforme y tranquila es una tarea ardua. Como toda negociación, para que resulte, requiere altas dosis de escucha, tolerancia, apertura, tiempo, flexibilidad.... y un ingrediente esencial, infaltable cuando se trata de lidiar con el dolor humano: compasión.

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