lunes, 28 de febrero de 2011

La lección del miedo


No hay dudas de que el miedo es un compañero infaltable en la vida de todos los seres humanos. En mayor o menor medida, seamos o no conscientes de su influencia, sea que lo admitamos humildemente o lo neguemos con orgullo, tarde o temprano el miedo aparece en nuestro camino y nos frena. No siempre se trata de algo que tengamos que desterrar, pero muchas veces necesitamos actualizarnos, revisar de dónde viene y que información nos trae, para ver si verdaderamente se trata de una protección adecuada o de una gran limitación al disfrute y la plenitud de nuestros días.
Este fragmento acerca del miedo lo tomé de un libro de Elizabeth Kübler Ross que se titula “Lecciones de vida”. Cada una de estas lecciones surge de su trabajo con pacientes terminales y de lo aprendido a lo largo de su propia vida.
“¿Qué ocurriría si asumiéramos algunos riesgos y nos enfrentáramos a nuestros miedos? ¿Y si fuéramos más lejos, persiguiéramos nuestros sueños y cumpliéramos nuestros deseos? ¿Y qué ocurriría si nos permitiéramos experimentar el amor libremente y sentirnos realizados en nuestras relaciones? ¿Cómo sería el mundo? Sería un mundo sin miedo. Quizás resulte difícil de creer, pero en la vida hay muchas más cosas de las que nos permitimos experimentar. Cuando el miedo no nos tiene cautivos, el abanico de posibilidades es muchos más amplio: un mundo nuevo y sin miedo se abre fuera y dentro de nosotros a la espera de ser descubierto.
El miedo es un sistema de advertencia que, en primera instancia, nos resulta muy útil. Si caminamos de noche por una zona peligrosa de una ciudad, el miedo nos advierte que estemos alerta ante un posible incidente. En situaciones de peligro potencial, el miedo es un signo de sensatez. Actúa como un protector, y sin él no sobreviviríamos mucho tiempo.
Pero también resulta fácil sentir miedo cuando no existe peligro. Este tipo de miedo es inventado, no es real. El sentimiento puede parecernos auténtico, pero no se basa en la realidad. Aun así, nos mantiene despiertos durante la noche y nos impide vivir. No parece tener propósito ni piedad, y nos paraliza y debilita nuestro espíritu si no nos ocupamos de él. Podemos resumirlo con las siglas FEAR (“miedo” en inglés): Falsa Evidencia con Apariencia Real. Este tipo de miedo tiene su origen en el pasado y desencadena el miedo al futuro. Sin embargo, estos miedos inventados sirven a un propósito, pues nos ofrecen la oportunidad de aprender a elegir el amor. Son gritos de nuestra alma que pide crecimiento y sanación. Son oportunidades para volver a elegir, para actuar de un modo distinto y escoger el amor en lugar del miedo, la realidad en vez de la ilusión y el presente antes que el pasado.”

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